martes, 23 de marzo de 2010

Otras Épicas


Samhin tomó su arco y sus flechas, ato bien sus sandalias, su mirada se desplazo hacia el horizonte oscuro, donde el demonio Raszhu, el que de negro tiñe la paz del alba, había había extendido sus brazos aprisionando la razón de los nobles soldados y dibujado con sus filosas uñas un río sinuoso de sangre.
La voz de su abuela interrumpió su camino con un llamado de advertencia “tu amor por esos hombres es tal que te echarás a manos de aquel demonio, mejor, continua con tu vida en la tranquilidad de tus tierras, sigue transitando con paz entre tus jardines, refúgiate tras las imponentes murallas de tu palacio” el príncipe, colocó su arco en la espalada y partió raudo a la batalla, sus cuerpo no sintió fatiga alguna y su corazón llenose de luz una vez inmerso en las oscuras tramas de Raszhu.
La anciana luego de ver a su nieto tan valiente, proseguir a pesar de su advertencia, sonrió “ha pasado la prueba” dijo “Samhín no estará solo. Sus amados lo acompañaran tanto donde more su cuerpo, como donde more su alma”. Chasqueo los dedos y toda aquella escena se devino en luz, volviendo su nieto a sus brazos, durmiendo, despojado de su porte adulto, a sus tiernas edades, ante la mirada dulce y protectora de su nuevamente joven abuela quien se despidió de Raszhu tomándolo de los codos, “hermano, regresa a tu templo, tu tareas has cumplido” una vez dicho esto, aquel ser despojado de su aspecto demoniaco desenvolvió sus alas azules y se perdió en el firmamento entre un rebaño de nubes.
Leandro Coronel

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