Soñé que el infierno no ardía, soñé que en él no habitaba ni un satán ni un diablo,
soné que estaba hecho de frío y silencio.
Soñé que el infierno era frío, silencio y olvido.
Soñé que respiraba el aire viciado, lleno de polvo y cenizas
y entonces temí interminable aquello que tan solo comenzaba,
eran años largos e interminables dentro de este sueño
era interminable el camino del infierno,
auque por fuera de aquél sueño,
solo eran horas.
Temblaba, caminaba, lloraba en alma viva,
sollozaba y enmudecía,
una y otra vez veía tu rostro,
mas helado que aire,
tu entrecejo fruncido
y las palabras que antes de este infierno quise haberte dicho,
ahora tán olvidadas y resecas.
Lo peor de todo, es que no se cuanto de estas horas
he estado soñando...
y si acaso todo aquello
más que sueño, era un recuerdo.
Recuerdo que tus poemas también sabían tener palabras más luminosas, más cálidas y más vivas. Todo es experiencia de vida... aunque en este tiempo la luz sea tan necesaria.
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