sábado, 25 de septiembre de 2010

Dormir con luz apagada

Soñé que el infierno no ardía, soñé que en él no habitaba ni un satán ni un diablo,
soné que estaba hecho de frío y silencio.
Soñé que el infierno era frío, silencio y olvido.
Soñé que respiraba el aire viciado, lleno de polvo y cenizas
y entonces temí interminable aquello que tan solo comenzaba,
eran años largos e interminables dentro de este sueño
era interminable el camino del infierno,
auque por fuera de aquél sueño,
solo eran horas.
Temblaba, caminaba, lloraba en alma viva,
sollozaba y enmudecía,
una y otra vez veía tu rostro,
mas helado que aire,
tu entrecejo fruncido
y las palabras que antes de este infierno quise haberte dicho,
ahora tán olvidadas y resecas.
Lo peor de todo, es que no se cuanto de estas horas
he estado soñando...
y si acaso todo aquello
más que sueño, era un recuerdo.

1 comentario:

  1. Recuerdo que tus poemas también sabían tener palabras más luminosas, más cálidas y más vivas. Todo es experiencia de vida... aunque en este tiempo la luz sea tan necesaria.

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